EXCURSIÓN A RECOGER FRUTOS DEL BOSQUE & MÁS

Una de nuestras actividades favoritas para hacer en familia cuando vivíamos en Houston era ir a una finca a recoger arándanos o fresas. Es un plan muy popular no sólo entre las familias sino también entre todos aquellos a quienes les gusta recoger su propia fruta de primera mano y pasar un rato al aire libre. Es por esto por lo que no era nada difícil encontrar huertas en las que poder hacerlo. Había muchísimas y dependiendo de lo que quisieras coger eran mejores unas que otras. Además tal vez por lo propicio del clima, estaban abiertas todo el año.

Así que desde que volvimos, poder ir a recoger fruta con las niñas estaba entre mis planes frustrados. Después de mucho investigar por Madrid y los alrededores no había encontrado nada. Hasta que se cruzó en mis redes sociales Berry Good. Por una vez tengo que agradecer al algoritmo de la publicidad de Instagram que me mostrara un anuncio que de verdad era de mi interés y que captó mi atención de inmediato.

La idea detrás de Berry Good, que por lo que nos contaron lleva funcionando 4 años, es muy similar a la de las fincas a las que íbamos en Houston. Una huerta en una finca con distintas matas de frutos del bosque por la que pasear a tu ritmo recogiendo fruta. Es una actividad que tiene todos los componentes de un plan redondo: Aire libre, campo, alimentos ecológicos y saludables, actividad familiar, y además se aprenden cosas sobre el cultivo de los alimentos. Por no decir que además resulta muy barata. Imagino que estáis ya súper convencidos y no hace falta que siga insistiendo, así que voy a pasar a la información práctica.

Berry Good está a la salida de Riofrío de Riaza, en plena montaña más o menos a una hora y media de Madrid que es una distancia muy razonable para hacer una excursión. Abre todos los días de la semana durante los meses de temporada de los frutos del bosque que coinciden más o menos con los meses de verano (no exactamente pero en su web y sus redes sociales informan puntualmente de las aperturas y los horarios).

Tienen arándanos de dos variedades, frambuesas rojas y amarillas, moras y grosellas. Dependiendo del momento de la temporada en que os acerquéis habrá cosas que estén más en su punto que otras. Nosotros por ejemplo cogimos bastantes moras para ser agosto, pero seguro que en septiembre hay más. Las frambuesas estaban pequeñitas pero de un sabor espectacular. Ellos os explican todo lo que podéis encontrar. Aún así yo os aconsejo que si vais buscando algo en concreto les llaméis o les escribáis antes de ir para aseguraros de que lo vais a encontrar en plenitud.

Funciona más o menos como las granjas a las que íbamos en Houston. Pagas por la fruta que recoges. El único detalle que es diferente al método tejano es que allí la fruta se pagaba al peso y aquí se paga un precio fijo por cada barqueta que rellenas. Ellos te lo explican todo al llegar y te dan una caja con las barquetas. Cada barqueta que llenes te cuesta 3 euros y puede contener aproximadamente unos 200 grs. La puedes llenar de cualquier fruta o de frutas mezcladas. En la caja que ellos te dan hay 8 barquetas y si las llenas todas te cuestan 20 euros.

Nosotros como estábamos acostumbrados al método del peso llevábamos nuestras cestitas pero no hacen falta. Si no lleváis podéis ir rellenando directamente las barquetas que ellos os dan.

Nosotros nos levantamos tempranito el sábado para llegar más o menos a la hora que abren y aunque las niñas protestaron un poco por el pequeño madrugón (sobre todo Aurora que se me está haciendo adolescente y duerme como una marmota -dentro de poco me veo pasando la aspiradora delante de la puerta de su habitación para que se levante como me hacía mi madre a mí cuando llegaba tarde y dormía por la mañana), mereció muchísimo la pena llegar pronto porque tuvimos la finca para nosotros solos un buen rato y además tuvimos ocasión de aprovechar mejor la visita. Aunque debo decir que nuestra intención era estar allí aproximadamente una hora y al final estuvimos toda la mañana hasta la hora de cierre! Ahora que lo pienso, tal vez tuviera que ver algo el hecho de que como la fruta es ecológica y la puedes ir probando directamente de la mata, digamos que se tarda un rato en llenar las barquetas porque un arándano va a la cesta pero otro a la boca…

Detalles prácticos a tener en cuenta: llevar una gorra. El día que nosotros estuvimos hacía muy buen tiempo para ser pleno mes de agosto. Tal vez por eso se hizo tan agradable estar allí tanto tiempo pero si hace calor la gorra o un sombrero es imprescindible. Yo me lo dejé en el coche porque al llegar hacía fresco y estaba nublado, pero cuando salió el sol lo agradecí. Os recomiendo llevar agua también por si estáis mucho rato.

En mi cuenta de Instagram @tengounplanbeatriz, he dejado la visita que hicimos en los destacados por si queréis echar un vistazo. Para nosotros esta actividad ya se va a quedar como fija del verano y no descarto que vayamos alguna vez más antes de que termine la temporada.

Desde aquí me gustaría aprovechar a animar a cualquiera que me lea que tenga alguna huerta de frutales a que dedique una parte a la explotación en en forma de agroturismo de este tipo. Recoger manzanas y/o peras en otoño, ciruelas, melocotones, albaricoques en verano… son actividades que fomentan el turismo rural, que educan y que benefician económicamente tanto a quien las explota como a quien las visita.

Para redondear el plan del día nosotros fuimos a comer a Riaza. Parece que el lechazo de Riaza apetece más si vas en invierno y hay nieve que es como habíamos ido nosotros otras veces, pero es un mito. Nos comimos un asado de lechazo espectacular en una terraza de la pintoresca plaza porticada de Riaza y nos supo a gloria.

Y ya para terminar os voy a recomendar la frikada foodie del día. Yo me considero una gourmet de las patatas fritas. Para alguien que cree que unos de los mayores placeres de esta vida es tomarse una caña con unas patatas fritas, que me den patatas malas es una traición que no perdono. Cuando me ponen la típica cestilla de patatas fritas en un bar no se imaginan que de esa cestilla puede depender que yo no vuelva. Patatas con sabor a papel, patatas rancias, patatas sin sal, patatas con muchas manchas negras…. MAL.

Hace unos 15 años, mi marido y yo íbamos regularmente a un pub irlandés que nos gustaba. A mí además de la media pinta que me tomaba siempre me gustaban las patatas. De hecho yo creo que yo iba sobre todo por las patatas. En mi búsqueda de la patata ideal investigué churrerías, compré todo tipo de patatas de las que se autodenominan ‘gourmet’, intenté freír mis propias patatas en casa…. pero nada. Así que un día le pregunté al camarero el secreto de las patatas. Se llamaban La Riazana y eran de una fábrica de patatas fritas que estaba nada menos que en Riaza. Pues allá que me fui. Y encontré la fábrica, pero en fin de semana. Y cerrada. Durante años siempre que volví a Riaza fui a la fábrica. Pero siempre era fin de semana. Y siempre estaba cerrada.

Hasta que este sábado pasado, cuando estábamos una vez más parados delante de la fábrica lamentándonos porque estaba cerrada y olisqueando el aire impregnado de aroma a fritanga de la buena, de la de patata finita y aceite limpio, un amable señor que nos vio supo inmediatamente lo que buscábamos y nos preguntó “¿Queréis patatas verdad? Pues venid que os enseño dónde vive la dueña. Llamad a la puerta que os las vende allí directamente”. Y así se cumplió mi sueño de conocer a La Riazana en persona y llevarme mis patatas a casa. Cinco euros por un bolsón de patatas de 1kg. Ya puedo poner mi propio bar. Si venís podéis estar seguros de que las patatas van a ser buenas.

Patata frita La Riazana con boquerones en vinagre. Una historia de amor.

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